Un archipiélago en transformación demográfica
Baleares se ha convertido en la comunidad autónoma más «mestiza» de España, con casi un 50% de sus residentes nacidos fuera del archipiélago. Aunque esta diversidad refleja un dinamismo social y económico, también plantea serios retos para la cohesión social, la sostenibilidad y la gestión de los servicios públicos, ya saturados en muchas zonas del archipiélago.
Eivissa y Formentera lideran este fenómeno, con más del 60% de su población nacida fuera de las islas, un dato que contrasta con la identidad tradicional y cultural del archipiélago.
Una tasa de inmigración sin precedentes
En 2023, Baleares registró una tasa de inmigración récord de 37 extranjeros por cada 1.000 habitantes, muy por encima de la media nacional de 25,87. Este flujo de llegadas sitúa al archipiélago por delante de comunidades tradicionalmente receptoras como Madrid y Cataluña.
En cifras absolutas, 45.349 extranjeros llegaron a las islas, frente a los 26.476 que emigraron, dejando un saldo migratorio positivo de 18.873 residentes extranjeros. A esto se suman 23.553 personas procedentes de otras comunidades españolas, aunque con un saldo neto mucho menor.
Consecuencias sociales y económicas
El crecimiento descontrolado de la población inmigrante, que representa el 88% de los nuevos residentes, plantea desafíos importantes para Baleares. La presión sobre los servicios sanitarios, educativos y de vivienda es palpable, especialmente en zonas como Eivissa, donde la falta de infraestructuras adecuadas es cada vez más evidente. Este desequilibrio amenaza con agravar las desigualdades sociales y la tensión entre la población local y los recién llegados.
Además, la alta dependencia del sector turístico dificulta la integración económica de los inmigrantes, ya que muchos empleos son precarios y estacionales, lo que perpetúa la vulnerabilidad de estas comunidades.
Baleares frente a otras regiones: un contraste evidente
Comparada con otras comunidades autónomas, la situación de Baleares es excepcional. Mientras que la tasa de inmigración en el archipiélago es de 37 por cada 1.000 habitantes, regiones como Extremadura apenas alcanzan 9,35. Esta diferencia subraya un modelo de crecimiento demográfico desproporcionado, que pone en jaque la sostenibilidad del archipiélago.
La identidad cultural, en peligro
El impacto de la inmigración también repercute en la identidad cultural de las islas. La llegada masiva de población extranjera y de otras regiones españolas está transformando la esencia del archipiélago. Las tradiciones locales, la lengua y el modo de vida propio de Baleares se ven cada vez más diluidos, generando preocupación entre los sectores más conservadores de la población.