El presidente francés, Emmanuel Macron, ha decidido culpar a todos menos a sí mismo tras la moción de censura que acabó con el gobierno de Michel Barnier. En lugar de asumir responsabilidades, Macron ha optado por eludir cualquier autocrítica, arremetiendo contra la oposición y prometiendo mantenerse en el cargo hasta el final de su mandato en 2027, a pesar del evidente rechazo político y social.
Un discurso cargado de arrogancia y sin autocrítica
En su primera declaración tras la caída del gobierno, Macron señaló que la moción de censura, respaldada por la extrema izquierda y la extrema derecha, representaba un “frente antirrepublicano”. Sin embargo, el presidente evitó mencionar las decisiones polémicas que llevaron al colapso, como el intento de Barnier de imponer el presupuesto de la Seguridad Social por decreto, ignorando al Parlamento y alimentando la desconfianza entre las fuerzas políticas.
En lugar de reconocer los errores estratégicos de su gobierno, Macron optó por jugar a la víctima, responsabilizando a sus adversarios de una situación que es el resultado directo de su incapacidad para generar consensos en un escenario parlamentario fragmentado.
Un presidente desconectado de la realidad política
La insistencia de Macron en formar un “gobierno de interés general” suena hueca en un momento en que su legitimidad está gravemente erosionada. Mientras el presidente afirma que busca representar a todas las fuerzas políticas, la realidad es que su estrategia ha sido divisiva, ignorando las demandas de una Asamblea Nacional en la que ya no cuenta con una mayoría confiable.
Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, fue contundente al prever que cualquier intento de Macron de evitar una nueva moción de censura será inútil si no cambia radicalmente su enfoque. “No creo que ni siquiera se le ocurra [nombrar un primer ministro de izquierda] porque no va a querer una segunda moción de censura”, declaró Le Pen, reflejando el creciente rechazo a un presidente que insiste en aferrarse al poder.
Una crisis de gobernabilidad histórica
La moción de censura aprobada contra el gobierno de Barnier es la primera en Francia desde 1962, un hecho que subraya la magnitud del fracaso político de Macron. La incapacidad del presidente para mantener un gobierno estable en un contexto parlamentario dividido es un reflejo de su desconexión con la realidad política y de su arrogancia al ignorar las demandas de consenso.
El Nuevo Frente Popular, principal coalición de izquierda, ya ha comenzado a presionar para que el próximo primer ministro sea progresista, una propuesta que parece poco probable dado el historial de Macron de evitar cualquier concesión significativa a sus adversarios.
¿Por qué no dimitir y dar paso a una nueva etapa?
En lugar de aceptar el mensaje claro de rechazo que le ha enviado la Asamblea Nacional, Macron insiste en completar un mandato cada vez más desgastado. Su negativa a dimitir refleja un desprecio por los principios democráticos básicos que exigen responsabilidad política. Mientras tanto, Francia enfrenta una crisis de gobernabilidad que podría haberse evitado si Macron hubiese mostrado humildad y disposición para escuchar a los demás.
Su actitud desafiante y su falta de autocrítica no solo profundizan la crisis política, sino que alimentan un clima de polarización y desconfianza que amenaza con dañar gravemente la estabilidad democrática del país.