La nueva película La sustancia, dirigida por la francesa Coralie Fargeat y protagonizada por Demi Moore, ha causado revuelo en los principales festivales de cine. Este «body horror» se adentra en un tema inquietante: el envejecimiento de las mujeres en la industria del entretenimiento y cómo la obsesión por la belleza y la juventud las expulsa de sus vidas profesionales y personales.
Tras su paso por los festivales de Cannes, Toronto y San Sebastián, La sustancia ha generado reacciones polarizadas. Algunos la consideran una de las películas más extremas de los últimos años, mientras que otros la ven como una experiencia desagradable. No obstante, su impacto es innegable. En una era donde la apariencia lo es todo, la cinta aborda con crudeza la presión que enfrentan las mujeres para mantenerse jóvenes en una sociedad que valora la belleza sobre todo.
Demi Moore: la elección perfecta para un papel icónico
La directora Coralie Fargeat, conocida por su estilo visual simbólico y poco convencional, seleccionó a Demi Moore para interpretar a la protagonista por su simbolismo dentro de Hollywood. Moore, un ícono de la belleza en las décadas pasadas, encarna perfectamente a una actriz que, tras años de ser valorada por su apariencia, ahora enfrenta el desafío de la mediana edad. Fargeat explica que la actriz conectó de inmediato con el tema, habiendo pasado por momentos difíciles en su vida personal y profesional, lo que la preparó para asumir riesgos en este papel.
«Quería una actriz que representara cómo el estado de ánimo de una persona puede depender de la mirada externa, y Demi era el símbolo perfecto,» afirma la directora.
El horror visual como crítica social
La sustancia es más que una película de terror. Es una crítica mordaz hacia el «edadismo», el machismo y la superficialidad de una sociedad que castiga a las mujeres por envejecer. La protagonista, interpretada por Moore, se enfrenta a la oferta de un producto que promete devolverle la juventud y la perfección física, pero con un alto precio.
El «body horror», un subgénero que explora la deformación del cuerpo, se utiliza aquí de forma brutal para expresar los horrores de una sociedad que valora más la apariencia que el talento o el carácter. Fargeat no se queda corta en su crítica, afirmando que aunque movimientos como el Me Too han logrado cierta visibilidad, los cambios profundos en la estructura social siguen pendientes.
«La sociedad no se mueve con rapidez en estos temas,» añade la cineasta. «Por eso, quise hacer algo violento y disruptivo, elevando el horror hasta el absurdo, porque es así como lo vivo día a día.»
Un comentario feroz sobre la sociedad actual
Fargeat subraya que, a pesar de algunos avances en la lucha contra la discriminación, el dominio sigue siendo palpable en industrias clave como la farmacéutica, la económica y la cultural. En La sustancia, la cineasta pone el foco en la violencia estructural que sufren las mujeres en una sociedad que aún las valora principalmente por su apariencia física.
«Es duro ser feminista,» confiesa Fargeat, «porque siempre sientes que te estás excediendo, pero cuando escuchas el número de mujeres que son violadas o maltratadas, te entran ganas de explotar.»
Con La sustancia, Coralie Fargeat no busca respuestas fáciles. En su lugar, ofrece una experiencia visceral y perturbadora que obliga al espectador a cuestionar la relación entre la belleza, el poder y el valor personal.