La industria automovil en Europa vive tiempos convulsos. Al huracán de cambios que suponen la electrificación y la competencia china, se suma un nuevo peligro: Donald Trump, el renovado presidente estadounidense, cuya política económica proteccionista pone en riesgo la estabilidad de las automotrices europeas.
Desde su vuelta al poder, Trump ha dejado claro que quiere fortalecer la industria estadounidense y que su enfoque no favorece las importaciones extranjeras, especialmente en el sector automotriz. Esta postura ha disparado la incertidumbre en las bolsas europeas, donde los gigantes automovilísticos como BMW, Mercedes-Benz, y Volkswagen han visto caer sus acciones entre un 4 % y un 6 %. En cambio, las estadounidenses como Ford y General Motors se han beneficiado de un optimismo renovado.
El peligro de los aranceles y el «sueño americano» para las empresas europeas
Trump ha reiterado su intención de reducir impuestos y costes a las automotrices que produzcan dentro de Estados Unidos. Esta política, acompañada de posibles aranceles para los vehículos fabricados fuera, preocupa a los fabricantes europeos, quienes ya han invertido en plantas en suelo estadounidense. Ejemplo de esto son las instalaciones de Volkswagen en Tennessee y las de BMW en Carolina del Sur, incrementadas hace años para eludir aranceles de la primera presidencia de Trump.
México también es una pieza importante en este tablero. Las automotrices alemanas que tienen fábricas en suelo mexicano, como Audi y Mercedes-Benz, podrían verse afectadas si Trump impone aranceles a los vehículos producidos en el país vecino. La estrategia de reducir costes de producción en México peligra si se cumplen las amenazas del presidente de aplicar tarifas del 200 % a estos vehículos.
Menos ayudas a la electrificación y problemas laborales
Por otro lado, Trump ha dejado entrever recortes a las ayudas federales para el coche eléctrico, promovidas por Joe Biden. Esto afectaría negativamente a las ventas de vehículos eléctricos, tal como ha ocurrido en otros países, donde la falta de subvenciones redujo drásticamente la demanda.
Asimismo, la escasez de trabajadores cualificados en el sector automotriz es una realidad en Estados Unidos, al igual que en Europa. Las empresas alemanas instaladas en México y Estados Unidos enfrentan el reto de encontrar el personal adecuado para mantener la producción, un desafío que se incrementará si deciden expandir sus fábricas en suelo norteamericano.
El “plan B” de los fabricantes europeos: adaptarse o disminuir
Ante esta tormenta perfecta, algunas marcas han comenzado a diversificar su estrategia. Audi, por ejemplo, ha lanzado una nueva marca exclusivamente para el mercado chino, desmarcándose de sus icónicos cuatro aros y adaptándose a las condiciones locales. Esta estrategia podría replicarse en otros mercados, reduciendo la dependencia de las ventas internacionales y creando modelos o submarcas regionales para enfrentar las políticas proteccionistas de Trump.
La automoción europea afronta el fin de la globalización y deberá adaptarse a las nuevas reglas, aunque sea a costa de reducir beneficios. En este nuevo panorama, el “Made in USA” sigue su camino, mientras las automotrices europeas observan con cautela desde la acera, preparándose para lo que podría ser una dura y larga batalla comercial.